Desde
aquel viernes por la noche de un noviembre cuyo año no recuerdo
Que
ya no supe recuperar mis altos mandos
Tampoco
quise
Y
aquí nos vemos
Suplicándote
las nupcias
Después
de ochocientos veintiocho días de mirarte
De
escuchar tu respirar y tus enojos
De descifrar
tus lacanes y tus besos
De
escaparme del amor del para siempre
Y
regresar para ya nunca separarnos
Por
esas cosas que se saben únicas
Y
que por esa razón, nos pertenecen
Por
eso, entonces
No
me vengas con historias decadentes
No
te subas a tu neurosis educada
Queréme,
tengo frío. En este invierno
Me
quiero bautizar entre las aguas
De
tu sexo sin escrúpulos ningunos
Me
quiero inmunizar contra berrinches insolubles
Y
sostener la diatriba más infame acerca de si
pizza o chocolates
Por
aquello que te gusta y a mí tampoco
Entonces,
su pregunta no molesta
Así
es, mi bendición, mi socia, mi locura
Ud.
sabe que me tiene brutamente enamorada
Y
será en congreso, en san andrés o en el jardín de casa
Pero
que no quepa duda que muy pronto
Serán
celebrados estos amores
Entre
Ud. y yo, mi señora, mi reina, mi ciela bonita, mi cachorra
Fruto
ensimismado en mi memoria, en mi carne opulenta, en mi mente sin tregua, en mi
castillo de naipes de tarot, en mi brújula recuperada, en mi libro de mil
hojas, en mi agenda de letras, en mi taza sin asa, en mi silla en tres patas
Ud.
lo sabe
Es
esta una declaración de amor definitivo
SEG 07-03-2016