lunes, 18 de septiembre de 2017

mi aromo

En el fondo de la casa de Paso del Rey había un aromo. Lo había plantado el abuelo Héctor cuando apenas estaban los cimientos en ciernes, allá en 1961. Desde entonces, ya a finales de agosto yo miraba por la ventana de mi cuarto que daba al patio y si no recordaba el día no necesitaba mirar el calendario, el aromo gritaba el equinoccio próximo. En julio del 83' nos mudamos a BA. Al llegar y acomodarnos luego en Boedo, una de las primeras cosas que hice fue ubicar un vivero japonés que había en el barrio. No había podido traerme el aromo del fondo y ni pensar en lastimarlo. Tenia pocas fotos de él, no teníamos cámara de fotos, así es que casi ninguna foto tengo de mi aromo. Mi aromo. Fue mi amigo imaginario y mi alumno cuando empecé a dar clases de literatura (a los doce años me pegó fuerte Robinson Crusoe). Sobre sus ramas construí mi primer refugio y también grabé los nombres de los primeros deseos. Y no lo traje a BA. Sé que al igual que yo se hubiera deprimido, al menos, el primer año. Por eso fui al vivero y le pregunté al señor, dueño y japonés, que atendía el vivero. Le conté de mi amigo y le dije que quería un bonsái de aromo.
Y entonces escuché la sabiduría oriental por primera vez:"el aromo es el único árbol que no puede reducirse a bonsái".
Ahí entendí por qué éramos amigos. Porque éramos irreducibles.
Disfrutemos su belleza. Salú.

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