En el fondo de la casa de Paso del Rey había un aromo. Lo había plantado el abuelo Héctor cuando apenas estaban los cimientos en ciernes, allá en 1961. Desde entonces, ya a finales de agosto yo miraba por la ventana de mi cuarto que daba al patio y si no recordaba el día no necesitaba mirar el calendario, el aromo gritaba el equinoccio próximo. En julio del 83' nos mudamos a BA. Al llegar y acomodarnos luego en Boedo, una de las primeras cosas que hice fue ubicar un vivero japonés que había en el barrio. No había podido traerme el aromo del fondo y ni pensar en lastimarlo. Tenia pocas fotos de él, no teníamos cámara de fotos, así es que casi ninguna foto tengo de mi aromo. Mi aromo. Fue mi amigo imaginario y mi alumno cuando empecé a dar clases de literatura (a los doce años me pegó fuerte Robinson Crusoe). Sobre sus ramas construí mi primer refugio y también grabé los nombres de los primeros deseos. Y no lo traje a BA. Sé que al igual que yo se hubiera deprimido, al menos, el primer año. Por eso fui al vivero y le pregunté al señor, dueño y japonés, que atendía el vivero. Le conté de mi amigo y le dije que quería un bonsái de aromo.
Y entonces escuché la sabiduría oriental por primera vez:"el aromo es el único árbol que no puede reducirse a bonsái".
Ahí entendí por qué éramos amigos. Porque éramos irreducibles.
Disfrutemos su belleza. Salú.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario